jueves, 26 de marzo de 2009

DEFICIENCIAS EN LA PRODUCCION DE INVESTIGACIONES


En primer lugar, cuando hablamos de investigación nos estamos refiriendo a la Investigación Científica, entendida como aquella clase de procesos de producción de conocimiento científico y tecnológico. No estamos entonces considerando dentro del término investigación aquellos productos como las obras literarias, por ejemplo, las reflexiones libres, las especulaciones filosóficas sin base argumental ni empírica, las revelaciones intimistas, los textos esotéricos, otros. En general, partimos aquí de la idea de que el conocimiento es representación cognitiva de la realidad y, aunque todo conocimiento tiene vinculaciones estrechas e inevitables con las esferas afectiva y sensorial, no es válido confundirlo con éstas. No podemos tratar el conocimiento como si fuera idéntico a los sentimientos y a las percepciones. Por eso, al hablar de conocimientos, hacemos referencia a aquellas redes representacionales que se forman en la esfera cognitiva de las personas y no a cosas como las emociones y las impresiones sensoriales.

Alguien podría suponer que el caso de las recetas de cocina es de tipo científico, ya que el conocimiento culinario tiene altos niveles de socialización y de sistematización, pero eso no basta. Se requiere además de un componente teórico que esté indisolublemente asociado, sin el cual resulte imposible el manejo del conocimiento en cuestión. Es evidente que el conocimiento culinario tiene sus bases teóricas en la física, la química y la biología, pero éstas no son indispensables para producir y consumir ese conocimiento. Con esto último excluimos del concepto de Investigación Científica también aquellas elaboraciones que son sólo de tipo técnico y de réplica metodológica, como es el caso de la producción de software basada en un protocolo preexistente, los diseños curriculares e instruccionales, las biografías de personajes, los registros históricos, otros. Es diferente el caso de las investigaciones tecnológicas, cuando el producto obtenido tiene altos niveles de socialización y sistematización y, además, se deriva de alguna teoría plausible, como, por ejemplo, la producción de software pionero, las tecnologías de diseño curricular, las biografías como correlatos empíricos de algunas teorías, etc.

Otra precisión importante, es que no existe una sola manera de investigar ni podemos, en principio y en términos absolutos, creer que un cierto modo de investigar es mejor que los demás. Esto se opone a lo que podríamos llamar “proselitismo investigativo”, aquella nefasta tendencia a convencer a todos de que un cierto patrón de investigación es el mejor de todos, mientras que todos los demás resultan rechazables. Es así como en muchas de nuestras universidades muchas veces se impone desde arriba un único patrón de trabajo y se pretende obligar a todos a seguirlo. Se considera que esta tendencia constituye uno de los más fuertes obstáculos a las investigaciones orientadas al desarrollo. Pero, de momento, sólo interesa precisar que los patrones de trabajo investigativo dependen estrictamente de la configuración cognitiva del investigador y de su sistema de convicciones epistemológicas, todo lo cual difiere de unos individuos a otros y, por tanto, es absurdo pretender imponer a unos individuos el sistema de trabajo que es ajeno a su propia configuración cognitiva y a sus propias visiones epistemológicas.

También se considera importante afirmar las deficiencias en la producción de investigaciones que suelen ser atribuidas a los individuos, cuando en realidad derivan de las mismas instituciones y de ciertas configuraciones organizacionales. Uno de los ejemplos más claros es el llamado “Síndrome TMT” (Valarino, 1991), que luego derivó en muchos otros “síndromes” (TMTA: todo menos trabajo de ascenso, TMI: todo menos investigación, TME: todo menos Extensión, etc.) y que hasta llegó a considerarse un problema médico, no metafórico, con etiología, terapia y contraindicaciones (por ejemplo, Salinas, 1998). Aparte del contrasentido de llamarlo “síndrome”, ya que no se trata de ninguna enfermedad, no suele ser el sujeto el responsable de no hacer una tesis, sino las complicadas trabas institucionales, tanto burocráticas como curriculares.

En todo caso, si habláramos de “síndrome TMT” en sentido metafórico, es a la institución a quien debería aplicársele y no al individuo. Examinando de cerca los factores que intervienen en la deserción de la tesis, vemos que casi siempre se debe a la total desvinculación entre la carga académica y la tesis, lo que se refleja en el hecho de dejar para el final la producción de la misma, cuando ya el tesista se halla en la más profunda soledad académica: sin compañeros, sin profesores, sin ambiente de trabajo, sin recursos bibliográficos y acosado además por las incoherencias e intransigencias de los evaluadores (comités de trabajo de grado, profesores de metodología, asesores metodológicos y todo ese conjunto de burócratas que actúan más como Torquemada en la Inquisición que como colaboradores).

Lo anterior expuesto conduce a muchos investigadores como es el caso en particular, el buscar ayuda a personas conocedoras de la materia, teniendo la suerte de poder contar con la ayuda de una eminencia en Investigación como lo es el Dr. Miguel Martínez Miguélez, quien amablemente abrió las puertas de su hogar el día miércoles 25 de Marzo para guiarme y erradicar parte de las imprecisiones o deficiencias que se presentan en el inicio de un camino al logro de realización de una tesis doctoral.

Las fotos muestran los diferentes espacios de la casa de este experto, donde llama la atención la vista panorámica que posee su sala de estudio, no parece que estuviésemos en Caracas.